miércoles, 7 de octubre de 2020

~El rostro de la victoria

Cuando me preguntan cuánto llevo en esta zanja caótica a la que llaman trinchera siempre respondo: ''No lo recuerdo...'' Pero es mentira, sé perfectamente que son ya dos años. Dos años, con el mismo uniforme, con el mismo rifle de cerrojo, atascado en el mismo frente, junto al mismo ejército, frente al mismo objetivo, bajo la misma bandera.

Aquí siempre hace frío, los huesos se quejan constantemente y no te dejan dormir, pero incluso ellos se agotan dejando intermitentes momentos de silencio. Entonces está la lluvia, la cual casi forma parte de la vida diaria, ya no empapa, ya no molesta, se desliza sobre nosotros como si nada.

''Muy pronto nos volverán a enviar ¿No?'' Me preguntó mi compañero de trinchera. Tenía una mirada apagada pero se podía ver ese fuego demoledor con el que se bautiza en el campo de batalla, desde luego no era la primera vez que intentaba cruzar Tierra de Nadie , eso seguro.

Me encogí de hombros y le respondí sin fuerza alguna: ''Seguramente... Es siempre la misma historia: Calamos las bayonetas, esperamos a la señal y saltamos el borde, corriendo como alma que lleva el Diablo mientras rezamos para no ser el siguiente que cae desplomado al barro...Y vuelta a empezar.''

Hizo una mueca de desaprobación mientras colocaba la culata de su rifle sobre el fangoso suelo, pero en el fondo sabía que coincidía con mi definición. Entonces, llevó su mirada hacía el alambre de espino que rodeaba los límites de nuestra posición y me dio una respuesta, que, ya esperaba: ''No lo sé... Yo no tengo nada claro.'' Le di unos segundos por si elaboraba más su respuesta, pero silencio fue lo que obtuve, entonces me incliné y le pregunté: ''Entonces ¿Tú qué crees? ¿Por qué luchas entonces? Explícame porqué saltas una y otra vez esta puta trinchera sin tener nada claro.'' No recibí una respuesta distinta a la anterior.

El resto de la noche transcurrió sumido en la calma, aunque te aseguro que era imposible dormir, pues las pesadillas con su rostro llamándome no eran escasas. Escuchábamos el lejano fuego de artillería, ablandando una zona que nos tocaría asaltar más pronto que tarde. También se podía escuchar la suave cháchara entre los jóvenes soldados. Hablaban sobre los verdes campos de sus hogares, sobre las familias que los esperaban, sobre qué harán al volver, sobre tiempos mejores. Todos ellos... Jóvenes la mayoría, estaba claro que no querían estar ahí, el terror era dueño de sus mentes y yo me preguntaba cada noche: ''¿Por qué están aquí? Algunos son totalmente ajenos a este desastre...'' Pero nunca me quejé de su presencia.




Yo no sabía muy bien qué decir o qué hacer, me limitaba a esperar, aquello iba a seguir conmigo o sin mi ¿No? Para qué molestarse tanto pues... Pero sólo me engañaba a mí mismo, sí que me molestaba, más de lo que jamás estaría dispuesto a admitir. Y así ha sido desde el primero momento, desde que cometí la primera equivocación. Siempre esperando, siempre dispuesto, agarrado a un clavo ardiendo... La puta esperanza, qué cosa tan falsa y peligrosa. 

Y, de la nada, llegó la hora, apenas asomaba el sol, recuerdo esa mañana muy bien.

''Hemos pasado por mucho hasta llegar aquí, muchachos, pero hoy será diferente, la victoria está al alcance de nuestras manos, sólo tenemos que extender los brazos y obtenerla.'' Siempre detesté la verborrea de la autoridad, no por estar en desacuerdo, sólo porque no nos acompañaba. Quizá a los novatos les servía la arenga, pero a los demás, a los que sabíamos a dónde nos enviaban, no demasiado. ''¡Preparados! ¡Calen bayonetas!'' Las puntas de acero apuntaban al cielo mientras nos colocábamos en orden para subir las escaleras. Esperando... Hasta que finalmente escuchamos el estridente sonido del silbato. ''¡Adelante! ¡Sin piedad!'' 



Durante los primeros instantes sólo se escuchan gritos de guerra y valor, pero en un segundo se tornan en gritos agónicos y de desesperación. Las balas bailan y corren furiosas por todas partes, no las ves pero las puedes escuchar... Lo cual es aún más aterrador. Entonces los cuerpos sin vida empiezan a caer... Uno tras otro, como simples trozos de carne sin nombre, sin consciencia, sin historia, sin nada en absoluto. Es lógico cuando mandas a simples personas correr hacia una máquina de muerte que escupe dolor incesante a 450 funestos proyectiles por minuto. Tan rápido como empieza, termina, cuando se escucha en retaguardia: ''¡Retirada! ¡Volved aquí!'' Y los pocos metros que hemos avanzado se pierden en un absurdo sin sentido que no ha servido para absolutamente nada.

Volvemos a nuestros agujeros, con la cabeza baja, sin decir una sóla palabra. Entre lágrimas escondo el rostro entre mis piernas y maldigo a Dios, a Satán, a Odín... Cualquier ente superior, existente o no, todos iguales de inútiles. ''¿Cuánto tiempo más? ¿Cuántas almas más hacen falta? ¿Cuánto más he de pagar?''  Porque esa es la historia que se repite día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. Una historia que parece me han condenado a sufrir en vida durante dos años, cuando yo sólo pedí una oportunidad. Una historia que me arrebata el ánimo, el sueño, la libertad... ¿Es eso justo?

''Parece que el destino no quiere que salgamos nunca de aquí, no sé... Aún siento cuando me paro a pensarlo, pero sigue sin ser claro.'' Después de escucharlo, tantas veces, durante tanto tiempo, aprendí el verdadero significado de la desesperación y el de la impotencia, pero no guardo sentimientos de culpa ni rencor, al fin y al cabo, acabé en este lugar por mi propio pie. 

''Duele ¿Verdad? Duele mucho, pues este es el rostro de los derrotados y no conocemos otra cosa...¿Dónde está el resto?'' Escuché de una voz casi angelical pero igual de humillada que la del resto... Casi parecía que estuviese cantando.

''Perdidos o muertos... Estamos condenados al rechazo ¿Y para qué? ¿Merece la pena? Dejo que te respondas tú sólo, yo estoy harto de esta mierda.'' Dijo dejando caer su ametralladora Lewis sobre el habitáculo de su compañero cargador fallecido, pues ya no lo iba a usar.

Nunca es fácil alimentarse de la derrota, pero nos acostumbramos a ella. Nos aterra la oscuridad, pero nos escondemos en su falsa seguridad. No queremos sufrir, pero seguimos luchando. El ánimo de una persona es tan frágil que la línea entre la cordura y el descontrol siempre está tambaleándose... Y así lo veo cada día, en la mirada de tantos hermanos de batalla y pienso que ya hemos tenido suficientes héroes muertos. 

Y lo complicado comienza cuando yo te digo que esta historia no trata sobre la Gran Guerra, trata sobre dos personas. Ni esta batalla se libra en ningún campo de batalla, más bien en el corazón.  Y por último, tampoco reúne millones de soldados lejos de sus hogares, sólo es un reflejo de esas dos personas y de cómo todo se complicó tanto en tan poco y durante tanto tiempo.








jueves, 20 de junio de 2019

~ Baldwin II

No sé muy bien porqué escribo estas cartas, acaban en las llamas o escondidas en sobres que no soy capaz de enviar. Se acerca mi momento, mis huesos lo notan, los sueños me susurran... Sí, está cerca. 

Era un tipo peculiar, ya lo creo, muy reservado, pero lo querría a mí lado en los momentos más difíciles. ¡Já! Y créeme cuando te digo que por aquí abundan. Más de los que están dispuestos a reconocerlo echan de menos su firme mandoble cuando salimos del feudo. 

Lucho cada día contra bestias que proceden de la mismísima oscuridad, cada noche contra mi corazón y cada segundo contra lo mucho que te extraño. Jamás sabré expresar con palabras lo terriblemente doloroso que para mí fue abandonar el que fue mi hogar... Abandonarte a ti. A pesar de en qué me he convertido, tenía que hacerlo. Esta enfermedad no sólo cambia tu carcasa... Hace mella en tu voluntad, día a día y te hace creer que eres un monstruo.

¿El leproso? -Escupe al suelo de manera desagradable- Mientras no me tocara con esa infecta piel... Sabía golpear duro, eso se lo concedo, pero no era bueno para la moral ni para los demás. Había momentos en los que no sabías si estaba contigo o contra ti. Un cuerpo fuerte no es compatible con una mente frágil.

Las semanas ya me parecen días, no recuerdo lo que es sentir hambre, la lluvia parece formar parte de mi hábitat. Noto como la cordura está a punto de abandonarme, pero no puedo permitirlo, no hasta que todo esto termine. Pienso en ti, trato de imaginar tu rostro, tu voz... Maldición, ya apenas recuerdo tu voz. Me aterra abandonar este mundo sabiendo que ya fantasma soy para ti.

 Mhm... Querida, depende de a quién le preguntes te dirá que fue una bendición de los dioses o un castigo ancestral. Nunca pude ver su rostro, ni cuando me ofrecía a curar sus abundantes heridas, pero no me hacía falta para sentir el dolor que en su interior guardaba. Él no estaba esperando, se estaba ahogando. 

¡Eh! ¿A dónde vas?

 Ah, joven, me alegra su presencia. Deduzco que está aquí porque recibió el diario ¿No? Excelente, como pudo comprobar, respeté totalmente la privacidad de sus cartas. Qué menos, él... Él ha sido mucho más de lo que unas simples palabras podrían describir, pero qué le voy a contar a usted que ya no sepa... ¿Verdad?

Me temo que esta es mi última carta -Garabato ilegible- me tiemblan las manos, pero no fallaré ahora, casi puedo sentir el final de mi tormento ¿No es maravilloso? -Más garabatos ilegibles- Una semana más... Sólo una más, pero tú sigues apareciendo para -Signos de haber escrito sobre una misma palabra varias veces, ilegible- Incluso ahora, puedo permitir que la angustia me acompañe, pero no me importa, ya me has condenado. -Varias manchas estropean las últimas líneas hasta llegar al final-  

Te amo Mer, siempre lo he hecho y seguiré haciéndolo en la siguiente vida.


''Así como el agua erosiona la piedra, nos caemos y nos levantamos.

Así como nuestras cenizas se convierten en polvo, brillamos como estrellas.''

domingo, 10 de marzo de 2019

~ Baldwin

En su diario cuenta que su paso por el feudo aconteció durante los meses más fríos del Invierno pero, a decir verdad, a los allí presentes nos preocupaba más la locura y el horror imperante que las bajas temperaturas y las lluvias interminables.

No fue el primero en llegar, eso es cierto, otros armados con fe o con su propia astucia ya comenzaron la imposible campaña semanas antes. Eficaces fueron, desde luego, pero como todos allí, en más o menos medida, acabaron sucumbiendo al mismo mal común que yo mismo desperté.

- Un niño... ¡Es un niño! Tan guapo como su madre, pero... ¡Cómo llora! Con el coraje de su padre, sin duda alguna será un gran rey.

Tuvo un nacimiento fácil y rápido en la mejor de las casas, la del propio rey. Era un chico fuerte con una voluntad inquebrantable... Pero su enfermiza tara no tardó en hacer acto de presencia a su temprana edad cuando, jugando con otros niños, descubrió que no podía sufrir dolor alguno en sus extremidades.

Desde entonces pasó los siguientes veinte años enclaustrado y casi repudiado en un sótano oscuro como la noche, donde dedicó su vida al estudio de la literatura, historia, poesía... Ninguna disciplina escapaba a su extenso conocimiento. Incluso el arte del mandoble pasó por sus manos, pero ese fue un secreto que ocultó muy bien, al igual que su primer y único amor, Merceline. 

Durante esos años de estudio, llegaron los problemas de visión. Se enfrentó a una tremenda dificultad para leer y escribir, necesitó ayuda para continuar su aprendizaje, pero nunca se rindió, pues ella estaba su lado... Hasta que su terrible enfermedad, se apoderó de su piel.

Primero sintió un terror que congeló para siempre su corazón al ver su reflejo, su piel ya descolorida se había convertido en un mar de grietas. Ese terror se fue tornando en odio, se despreciaba y despreciaba al destino. Finalmente, ese odio se tradujo en una aceptación que iba a llevarle a la autodestrucción. Secó sus lágrimas y decidió apartarse del lado de la única persona que podría haber rescatado su ya condenada alma. Las prácticas con la espada se convirtieron en sádicos bailes de furia y golpes desmesurados contra la roca hasta que la punta de la misma ya no resistió un sólo golpe más, la llevó consigo hasta el fin de sus días.

- Ahora soy un monstruo, jamás volverá a tocarme. Dios es cruel y me odia. La marea sube... La marea baja.

Se repetía a sí mismo cada noche mientras cubría su cuerpo al completo de vendas bañadas en todo tipo de aguas sagradas. Sin ser suficiente, su cabeza con una capucha cubrió y su rostro con una máscara de hierro ocultó... Hasta que decidió proceder al exilio de un lugar que ya no tenía nada para él... O de eso, él mismo se había convencido.

Una vez ultimó su atuendo reforzándolo con piezas de cuero y una gruesa coraza de acero, quedó en paz consigo mismo al igual que con ese Dios que tanto le odiaba y sin mirar atrás emprendió su marcha hacia el norte, donde los rumores sobre un mal capaz de devorar la luz del mundo, asolaba las mentes de todo aquel que allí tenía la desgracia de vivir.

- Los pétalos deben caer y yo con ellos... Pero antes se me ha encomendado una tarea.

El pueblo entero, sus padres, sus amigos de la infancia, su amor... Todos contemplaban esa imponente y tétrica figura caminando con firmeza, sujetando sobre el hombro un enorme mandoble con la punta rota. Algunos, enmudecidos, no podían pronunciar palabra alguna. Otros, increparon al ya trastornado hombre. En cambio, aquellos con algo de corazón dejaron de lado cualquier estigma y entonaron algunas palabras de despedida incluso arrojaron pañuelos y flores ante él.

- Eso es ¡Lleva tu espantosa enfermedad a otro lado! ¡Mejor cualquier extranjero contagiado que alguno de los nuestros!.

- Vaya donde vaya, para algunos de nosotros siempre será nuestro rey.

- Una espada rota para un rey roto, qué poético.

No detuvo el paso ante cualquier palabra, cualquier mirada, aún sabiendo que ella lo seguía con sus ojos... Hasta que atravesó el portón principal y esa fue la última vez que vieron al Leproso.

- Este hombre entiende que la adversidad y la existencia son una.

Es lo que pensé cuando vi dar sus primeros pasos por este decrépito feudo con aquel artilugio de muerte sobre su hombre.

¿Luchó? Por supuesto, durante dos años que duró este infierno. Después de varias semanas dejé de intentar averiguar si la sangre sobre sus ropajes era suya o de las abominables criaturas que allí abajo, en lo más oscuro de las ruinas, moraban.

El rechazo que provocaba en otros guerreros debido su condición fue olvidado a los pocos días. Semejante aliado era mejor tenerlo de tu lado y todos ellos habían acudido a la misma llamada de la redención, para unos y salvación, para otros.
Quizá incluso llegaron a comprender sólo un ápice de su carga.

¿Que cómo terminó? Fue hace décadas, pero mi inmortal memoria lo recuerda bien... Muy bien.

Poco antes de partir, a la que sería su última misión, lo encontré escribiendo de manera torpe y lenta en su diario. Nunca entendí cómo era capaz de hacerlo con esos maltrechos ojos. 
Me ofrecí a enviarlo en caso de que... Fuese totalmente necesario. Entonces fue cuando escuché su rasgada voz por primera vez:

- ¿Quiere saber por qué escribo? Escribo porque duele y el dolor es lo que me ha mantenido con vida y es lo que se la ha arrebatado al mal que aquí nos consume. Este diario tiene nombre y fecha, pero haga usted lo que crea necesario con él.

Se puso en marcha hacia el núcleo de la oscuridad, donde el verdadero rostro del mal se escondía del sol. Le acompañaba un veterano caballero cruzado, una santa vestal y una experimentada tiradora. Todos vivieron el mismo horror durante esos dos años pero no acabaron terminando con su vida de manera prematura o perdiendo la razón en el vacío de las estrellas como la mayoría. 

Los detalles son confusos y la verdad sólo la conocen aquellos que allí estuvieron. La joven vestal regresó junto al muy mal herido cruzado, sin sus armas, sin su ánimo, sin nada más que una mirada totalmente desgarrada. Sus únicas palabras salieron de sus labios como si fuesen las últimas:

- Allí abajo encontramos el corazón del mundo... Y lo único que sé es que es tan creador como destructor... Todo lo que duerme, despierta.

-¿Despierta...? ¿Y los demás? ¿Qué ha sido de él?

Yo, yo lo desperté.

Parecía que iba a romper a llorar pero lo único que dijo fue:

- Él ha cumplido con su última voluntad.

Sentía la maldita necesidad de preguntar, pero yo ya lo sabía, lo sabía desde que me entregó su diario. Sellé mi alma y mi ánimo y me quedé contemplando la puesta de sol... Entonces me di cuenta de que era la primera vez que ese sol aparecía en dos años.

- Deja a los demás. Yo ya estoy preparado.




Arte de manos de NoirYeux: