domingo, 18 de mayo de 2014

~Una silueta en la niebla.

Poco le gustaba más que pasear por la urbe de París, mirar con disimulo a los hombres y mujeres que allí mostraban su porte de poder o simplemente lo aparentaban.
Werther se trasladó hace unos años después de sus últimos conflictos en su antiguo hogar, aún con lágrimas en sus ojos y melancolía en su corazón.

Se sentía cómodo entre esas acaudaladas personas, ya que pasaba totalmente desapercibido, no hablaba con nadie y nadie hablaba con él, hasta que una nublada tarde se cruzó con la silueta de una dama, que jamás creyó volver a ver.

En unos primeros instantes,  no quiso mostrar interés, pero fue incapaz de apartar la mirada de su hermosa figura, una dama bellísima, rubia, con un vestido blanco muy elegante, iba acompañada de lo que parecían dos sirvientas que seguían sus pasos con la mirada baja hasta que se sentaron en una mesa para cuatro muy próxima a donde se encontraba nuestro joven vampiro.

Seguía bebiendo su té rojo intentado no llamar mucho la atención, le resultaba imposible escuchar alguna palabra que se escapase de su boca, algo muy extraño contando con sus habilidades... cuando quiso darse cuenta, una de las sirvientas fijó la mirada en él y le susurró a su dama que un joven caballero estaba atento, esto le puso nervioso y de forma bastante  torpe se levantó, cogió su sombrero y se marchó lo más rápido que pudo.

Al dar poco más de cuatro pasos, la dama se puso en pie y le hizo un gesto a Werther para que se acercase, dudó unos segundos pero con pasó firmo se sentó a su lado, en ese mismo momento, hacía una seña para que se retiraran sus sirvientas y pedía una par de bebidas.

-¿No nos conocemos, señor? Me resulta tan familiar...-

-Creo que me confunde con otra persona, es la primera vez que vengo por estas calles, señorita.- 

El traje oscuro de Werther acompañado de la característica rosa de su cuello despertaba los recuerdos de la formidable dama. Trató de mostrarse tranquilo, sin pestañear, siguió la conversación sin apartar la mirada de su rostro. pero él sabía con quién estaba tratando, o mejor dicho... con qué estaba tratando.

-Ya veo... permita que me presente, soy Anna Le Brum, le doy la bienvenida a la hermosa ciudad de París.

-Es un placer, Señorita Le Brum, a mí me conocen como Werther, le agradezco mucho la bebida, pero creo que es momento de marchar, nos veremos pronto sin duda...