domingo, 31 de agosto de 2014

~La misma función del espectador.

Hacía frío, algo muy extraño para aquellas fechas, él, a medio vestir estaba tendido en su caótico escritorio, lleno de viejos escritos y lápices de colores.

Pronto saldría el sol, él se tumbo en la cama junto a su acompañante, pensativo no apartó la mirada del techo hasta que preguntó:

-Ya no te atraigo como antes ¿cierto?-

Ella mantuvo el silencio unos segundos hasta que finalmente respondió tras un breve y silencioso suspiro.

-¿Qué es para ti como antes?-

Él ya temía la respuesta, pero hacía ver que no le importaba.

-Han pasado muchas cosas en estos años, en general ¿qué es para ti como antes?-

Ella se tapó medio cuerpo con unas finas sábanas transparentes mientras se reincorporaba sobre la cama.

-Yo he cambiado y tú también.-

El silencio se hizo tan profundo que se podían escuchar los alterados latidos de él.

-Seguramente tú sí lo has hecho, pero yo sigo siendo el mismo estúpido.-

Ella sonrío sin darle mucha importancia a sus palabras.

-Eso lo juzgaré yo ¿no crees?-

Cerró los ojos desganado mientras colocaba ambos brazos cruzados sobre su cara, con voz muy suave susurró:

-Yo lo único que quise siempre fue sentirte en todos los sentidos.-

El silencio fue intenso durante varios minutos, cuando él volvió a abrir los ojos, ella se encontraba sobre él intentado ocultar la sonrisa.

-Sigues siendo el mismo estúpido.-

El roce de sus labios desencadenaría una tormenta de placer y deseos, el roce de sus pieles podría provocar el mayor de los incendios.

Sintió el sabor de sus labios, sintió el tacto de su piel, sintió el aroma de su perfume, sintió el sonido de sus gemidos y sintió la presencia de la figura más perfecta y bella del mundo... probablemente, por última vez.