sábado, 12 de abril de 2014

~Tanto da morir bajo el sol que bajo la nieve

Día lluvioso de abril, como otro cualquiera, el reloj marcaba las dos de la madrugada y Gareth Reed, seguía inmóvil en su caótica cama mirando sin parpadear cómo las gotas golpeaban la ventana.

Lentamente fue incorporándose soportando un terrible dolor de cabeza, ya habitual en su vida de alcohólico, se puso en pie y en dos pasos llegó a la ventana, posado al lado de la misma, se dejó deslizar hasta quedar sentado.

Buscaba otra botella de su whisky favorito, había cientos de ellas por el suelo... cuando cogió una y trató de dar un trago, reparó en que estaba vacía y con un gesto de asco y odio la lanzo a la pared rompiéndola en mil pedazos.

Volvió a levantarse y abrió su pequeño armario para vestirse, se colocó sus viejas cartucheras que ya le abrazaban la espalda más años de los que podía recordar, y en ellas se encontraba su arma. El otro espacio siempre estaba libre, para guardar alguna botella y esconderla en la oficina quizá.

A medio vestir, congeló la mirada en una foto junto a su cama, una preciosa mujer, de pelo rojo y ojos claros sostenía a una niña de unos siete años que tenía una sonrisa radiante.

-Ya perdí a quien más me importaba, no voy a perderte a ti también- Pensaba Gareth, pero ese pensamiento era de años atrás.

Sin embargo, lo que había acabo con él fue una reflexión que hizo no hace tanto... 
-Y ahí estaba yo... observando el cadáver de otra chica a la que tenía que proteger...- 

Era la personificación perfecta del fracaso, del intento frustrado, se preguntaba una y otra vez la razón por la que el destino o la suerte no acabaron con él en los tantos tiroteos en los que se había encontrado en su vida como policía y como guardaespaldas privado, realmente estaba cansado. 
-Quizá mi suerte no ha acabado, simplemente, esta es mi suerte...-

Sacó su arma y la observó detenidamente, otras noches atrás ya sintió ese mismo acero, portador de la muerte, en su propia boca, no le faltaban razones para apretar el gatillo y esa noche no sería diferente, deslizó el cañón del arma por su cabeza mientras cerraba los ojos lentamente y quitó el seguro con el dedo pulgar. En ese mismo momento, alguien llamó a la puerta, Gareth trató de despertar todos los sentidos que le quedaban y apuntó a la puerta casi como acto reflejo.